Cada vez más, pequeñas y medianas empresas tienden a alquilar los recursos informáticos en proveedores de hosting en lugar de adquirirlos y mantenerlos por sus propios medios. Otros van un paso más allá y utilizan la capacidad de procesamiento y almacenamiento de un servidor externo. Entre los de uso más extendido se encuentran dos modelos: el alojamiento web dedicado y el virtual. En ambos, el cliente alquila en un proveedor especializado de recursos IT –tecnologías informáticas– tales como espacio web, RAM o rendimiento CPU, que son ofrecidos en paquetes de servicios sujetos al pago de una cuota mensual. La diferencia entre uno y otro radica principalmente en la exclusividad del hardware que se usa. En el caso del servidor virtual, varios clientes comparten los recursos de un servidor físico de gran potencia, mientras el dedicado solo es usado por un cliente, lo que proporciona un rendimiento ilimitado, amplias posibilidades de configuración y máxima seguridad. El servidor dedicado ha sido mucho tiempo, por estos motivos, el modelo de hosting ideal para las empresas.
Pero no todas las empresas están dispuestas a llevar a cabo proyectos que demanden muchos recursos, que pueden resultar muy costosos en este tipo de servidores. Un servidor dedicado no satisface siempre las exigencias de una tecnología informática moderna, que ha de reaccionar rápida y fácilmente a la variabilidad de las necesidades de los usuarios. En este caso lo que mejor funciona es la flexibilidad del cloud hosting o alojamiento en la “nube”. Esta tecnología está basada en un clúster de servidores intercomunicados que proporcionan exactamente los recursos de software y hardware que se necesitan en cada momento. Lo que supone una clara ventaja frente a los modelos de alojamiento clásicos.
Cuatro puntos son especialmente significativos a la hora de decidirse por el alojamiento en la nube.