Aunque el almacenamiento en la nube implica un riesgo de robo de datos, esto ocurre también con otros tipos de servidores. Esta es, tal vez, la única desventaja entre la gran cantidad de beneficios que ofrece el cloud computing. Lo único que se necesita para usar la nube es una conexión a Internet y teóricamente es posible acceder a ella desde cualquier lugar del mundo. El usuario puede trabajar en sus proyectos cuando desee, ya sea en el tren o durante alguna escala en el aeropuerto, o simplemente hacer streaming de su música y de sus películas favoritas. Toda la información permanecerá intacta y el único requisito será tener acceso a Internet. En caso de que sea necesario modificar ciertas aplicaciones, gestionar la capacidad de almacenamiento o de la memoria, es posible hacerlo de manera remota poniéndose en contacto con el proveedor.
Los servidores cloud no están sujetos a ningún hardware fijo, lo que los convierte en una excelente opción de alojamiento para páginas web o tiendas online, donde una alta fiabilidad es imprescindible. Sin embargo, tal vez el mayor atractivo del cloud hosting es su modelo único de facturación: a diferencia de las soluciones tradicionales de servidores, los usuarios de la nube no tienen que pagar contribuciones mensuales fijas, sino que pagan únicamente por lo que utilizan. Así, gracias al principio de pago por uso, los costes serán directamente proporcionales a los segundos u horas usados.