El IoT de hoy no puede compararse con el de mañana. Según un estudio publicado por Cisco, el Internet de las cosas ya conectará en 2020 alrededor de 50 mil millones de dispositivos en todo el mundo que generarán el tráfico de datos correspondiente, que ha de guardarse, analizarse y prepararse para su procesamiento.
La fábrica inteligente no es ni de lejos el único campo de aplicación en que la computación en la niebla puede aportar sus ventajas descongestionantes. Otros proyectos futuristas, como los connected cars (semiautónomos o completamente autónomos) o la ciudad inteligente, enhebrada por redes inteligentes de suministro, también necesitan que los datos se analicen en el momento, algo que, hoy por hoy, con la tecnología cloud que conocemos, no es viable. Un coche inteligente, por ejemplo, está constantemente recogiendo datos sobre el entorno, las condiciones de conducción y la situación del tráfico que se han de evaluar sin latencia para que pueda reaccionar ante cualquier imprevisto de la forma correcta. La computación en la niebla permitiría procesar los datos del vehículo tanto en el automóvil mismo como en el proveedor del servicio.