Para desarrollar un bot social simple no se necesitan muchos conocimientos técnicos, pues con las herramientas adecuadas pueden crearse social bots aún sin grandes conocimientos en programación. Asimismo, es igual de fácil acceder a cuentas de usuario falsas: estas pueden crearse de nuevo usando generadores online o mediante un iniciador humano que compre cuentas falsas ya existentes. Asimismo, también puede comprarse el software de control de estas tiendas online. A través de una interfaz de programación, el bot puede acceder a Twitter o Facebook, donde responderá a palabras clave o hashtags predefinidos. La disponibilidad inmediata de la tecnología contribuye significativamente a la rápida difusión de los bots sociales.
Las mismas plataformas sociales simplifican esta enorme difusión, puesto que tanto Facebook como Twitter mantienen a sus interfaces de programación relativamente accesibles con la pretensión de animar a los desarrolladores de aplicaciones a trabajar en nuevo software para sus plataformas. Pero esto es lo que permite a los bots acceder fácilmente a ellas, sobre todo Twitter. Es por esto por lo que la mayoría de bots se mueven a sus anchas por la plataforma.
Sin embargo, también hay medidas que limitan el margen de maniobra de los bots en las redes sociales, como las barreras técnicas que impiden la creación de cuentas falsas o que, al menos, la dificultan. Si se averigua la dirección IP de un bot, puede bloquearse para que no pueda acceder a la red.
Para defenderse de los social bots, muchas plataformas utilizan los llamados captchas, tests muy sencillos para las personas pero con los que los bots tienen serias dificultades. Generalmente, en los captchas los usuarios deben introducir una secuencia numérica gráfica que no pueden leer las máquinas. Cuanto mayor sea la complejidad con que se programe un bot, mayor será la probabilidad de que pueda resolver captchas sencillos.