El filtro burbuja: la realidad a tu imagen y semejanza

Todo el mundo opina lo mismo que yo, no hay casi discusiones y cada artículo de noticias sustenta mis teorías: ¿es esto un reflejo de la realidad? Aunque resulte aterrador, para un número creciente de internautas, sí. Y, en cambio, la sociedad rara vez es unánime en nada y la existencia de opiniones diversas es el fundamento de una cultura saludable del debate democrático. Al menos desde los resultados de las elecciones presidenciales en EE.UU. de 2016 somos conscientes, no obstante, de que la imagen del discurso que reflejan las redes sociales y los buscadores es parcial, estando incluso liberada de opiniones diferentes. Queramos o no, vivimos en la burbuja de filtro (filter bubble).

Cuando Donald Trump ganó las elecciones como 45º presidente de los Estados Unidos en 2016, muchos fueron los que se echaron las manos a la cabeza. Nada parecía indicar que un candidato como él pudiera ser capaz de aglutinar a una mayoría en torno a sí, o por lo menos así lo veían los rivales. Para sus seguidores, en cambio, la cuestión estaba bastante clara: todos estaban contra Clinton. Ambas secciones habían argumentado sus posiciones de forma excelente en la red y habían expresado sus opiniones a viva voz, pero una parte no había escuchado a la otra, es más, no se había enterado de nada, pues cada una, como en una conversación de ciegos y sordos, había interactuado dentro de su propia campana de cristal.

¿Cómo nace el filtro burbuja?

Nuestra sociedad ha relegado una parte importante de la vida cotidiana a Internet. Para muchos, la comunicación y la obtención de información tienen lugar casi exclusivamente en la red. El hilo de noticias de Facebook hace las veces de revista de actualidad; Google, de enciclopedia universal, y aplicaciones como Messenger, WhatsApp o Skype sirven para comunicarse con amigos, compañeros de trabajo o la propia familia. Hoy encontramos casi todo lo que buscamos online y esto es algo que también saben las grandes compañías. Google, Facebook, Netflix o Instagram son conscientes de la importancia de su servicio para la sociedad, por ello trabajan constantemente en sus algoritmos para hacerlos cada vez más personalizados y amigables, de tal modo que solo nos muestran la información que creen que es relevante para nosotros.

Nada que no sepamos. Las grandes compañías de Internet recolectan datos sobre el comportamiento de los usuarios en sus plataformas prometiendo así ajustar aún más la experiencia en ellas a las preferencias de los usuarios, a menudo sin su intervención. Este afán recolector ya ha sido objeto de la crítica en el pasado reciente por parte de un gran número de expertos, sobre todo desde el punto de vista, muy importante, de la protección de los datos, y es que estas compañías recogen y analizan todo tipo de información privada de los usuarios, como el tiempo que pasan online, su domicilio o sus hobbies, información que estas empresas utilizan obviamente para sus propios intereses, puesto que con la publicidad personalizada Google y Facebook obtienen una gran parte de sus ingresos.

Estos datos, no obstante, también han de contribuir a diseñar la oferta al gusto de cada usuario, es decir, que no solo se personaliza la publicidad sino también la oferta informativa. En consecuencia, los servicios de noticias nos muestran las noticias, la información y las opiniones que se ajustan a nuestro perfil de usuario. Esto, que puede parecer positivo al principio, ya que evita que el hilo de noticias rebose de cosas que no nos interesan, que las publicaciones más populares se llenen de comentarios que nadie lee y que nos veamos inmersos en debates inútiles, puede generar problemas posteriormente de los que solo nos daremos cuenta si nos preguntamos por los mecanismos que utilizan las redes sociales para filtrar la información.

El filtro de Facebook y la Google bubble: qué dicen los críticos

El término «filter bubble» fue acuñado por el activista y emprendedor Eli Pariser (Maine, 1980), que, en su libro The filter bubble: what the Internet is hiding from you publicado en 2011, arremete contra la dimensión que estaba adquiriendo la personalización de la información en Internet. Aparecido en librerías españolas en 2017, El filtro burbuja. Cómo la red decide lo que pensamos y lo que leemos (Taurus, 2017) no ha perdido actualidad a pesar de los 6 años que separan ambas publicaciones, sino todo lo contrario.

Como explica en su conocida charla en Ted, en un momento dado Pariser se da cuenta de que distintos usuarios recibían resultados diferentes en los buscadores para las mismas consultas en función, por ejemplo, de sus convicciones políticas. Esta burbuja de Google o Google bubble no es un caso aislado: otros servicios en la Red también utilizan algoritmos de personalización. Facebook no es ajeno a este efecto, denominado la burbuja Facebook (Facebook bubble). Los problemas que de ahí resultan no son solo de índole individual, como bien afirma, sino que tienen implicaciones a nivel sociológico.

En una democracia saludable el discurso es fundamental, ya que el intercambio entre puntos de vista divergentes no solo es importante entre los mismos políticos sino que también es crucial en la sociedad en su globalidad. Esto es precisamente lo que evita quedarse anclado en una opinión y ser capaz de aceptar otras y ampliar los horizontes intelectuales. Por el contrario, vivir en el interior de un filtro burbuja o una burbuja de filtro, como también se ha traducido el término de Pariser, implica no encontrar ningún argumento enfrentado a la posición propia, solo una extrema confirmación. Dado que muchos internautas aún no cuentan con la suficiente conciencia crítica a la hora de utilizar los nuevos medios, lo que se conoce como alfabetización audiovisual, la percepción que genera la burbuja se proyecta hacia el mundo exterior como si fuera la única verdad.

En lugar de entender la opinión propia como una entre muchas, la burbuja de filtro hace que el usuario se vea confirmado y que no se dé cuenta de que también existen otros puntos de vista. Esto explica fenómenos como el sorprendente triunfo de Trump. En la burbuja de las personas de tendencia demócrata nada parecía indicar que los candidatos republicanos contaran con suficientes apoyos y los medios que también se encuentran encerrados en esa burbuja actúan de multiplicadores, difundiendo esta opinión predefinida en los demás.

La formación de filtros burbuja contradice los dos principios que introdujo la expansión de Internet como medio de masas. Por un lado, Internet aspira a interconectar a personas diferentes alrededor del globo. Así, aquel que solo frecuenta a un grupo homogéneo no se beneficia de esta ventaja. Por el otro, la Red ha sido siempre elogiada como un lugar virtual en el cual se accede libremente a todo tipo de información sin censura. Es así como pudo convertirse en el polo opuesto a los medios tradicionales, cuyas redacciones sí filtran los contenidos que publican. Hoy Internet también cuenta con un filtro, si bien en lugar de un equipo de redacción se trata de un algoritmo que selecciona lo que el usuario debería conocer.

Bubble trouble: ¿quién es responsable del filtro burbuja?

Es realmente muy sencillo buscar a los culpables en los grandes consorcios y sus algoritmos, pues estas empresas no explican a sus usuarios, o no de forma suficiente, cómo y por qué filtran determinada información, ni tampoco les permiten modificar o dejar de usar estos filtros. Sin embargo, en general los usuarios son corresponsables del contenido que visualizan en su pantalla. Facebook, por ejemplo, muestra menos actualizaciones de los usuarios en cuyos enlaces no pinchamos. Esto quiere decir que ya de antemano el usuario indica un desinterés por contenidos que no casan con su opinión. Lo único que haría el algoritmo es obedecer, presentando solo aquella información que al parecer nos interesa.

Eli Pariser presupone una contradicción en la persona misma y utiliza para explicarla la alimentación saludable y perniciosa: sabemos que deberíamos alimentarnos con productos que favorecen nuestra salud, pero a menudo nos decidimos por los que satisfacen nuestras necesidades inmediatas. En consecuencia, nosotros también somos responsables de no recibir otra oferta diferente. El autor y activista apuesta entonces por una solución que combine ambas caras de la moneda, la información que cubre nuestro perfil y la que nos desafía. Así deberían estar diseñados los algoritmos, según el autor.

Esto hace que la cuestión de la responsabilidad tenga difícil respuesta, puesto que parece más bien el fruto de una interacción entre fenómenos sociales y técnicos. Por un lado, es verdad que todas las personas tienen a buscar la confirmación de su opinión, pero también lo es que los cambios técnicos introducidos en la Web han sido pensados para hacer que la navegación sea lo más cómoda posible, no para crear retos intelectuales. El hecho es que nadie está en situación de enfrentarse a la cantidad de notificaciones que aparecen a diario en la red, por lo que en sí un filtro basado en algoritmos técnicos no tiene nada de malo. En lo que ha degenerado hoy día, en cambio, sí debería observarse críticamente.

La cámara de eco y las fake news: el lado oscuro del filtro burbuja

En el contexto del filtro burbuja suelen aparecer también otros dos términos: la cámara de eco (echo chamber) y las noticias falsas (fake news). Una cámara de eco es una sala en la cual se puede generar un eco muy potente. En sentido figurado, con este concepto se hace referencia a un espacio virtual en el que las opiniones solo se amplifican y ya no dejan lugar a injerencias con efectos atenuantes. Estas cámaras de eco aparecen dentro de las burbujas de filtro cuando una posición (una publicación en Facebook, por ejemplo) se amplifica con el eco provocado por los otros miembros del grupo y ya no se relativiza con una posición divergente.

Esto explicaría, entre otras cosas, el éxito de las noticias falsas. Estos supuestos informes suelen representar los asuntos de forma distorsionada o incluso utilizar como contenido una completa ficción. Los agitadores introducen este tipo de historias en burbujas y en ellas se difunden sin ningún tipo de obstáculo u oposición hasta que se convierten en «hechos». Así, se genera una percepción del mundo determinada más por opiniones que por hechos, de forma que en lugar del discurso, tiene lugar el conflicto.

El filtro burbuja ¿es realmente para tanto?

Paralelamente, también se han empezado a oír voces críticas con esta teoría que dudan, sobre todo, de la dimensión real del impacto de un filtro burbuja y del papel de Internet y de sus algoritmos en su consolidación. De hecho, las estadísticas ponen de relieve que el índice de penetración de la televisión en la vida del consumidor medio es aún muy superior al grado de influencia de Internet o de la radio y es de esperar que siga siendo su fuente principal de información aun con los medios online a la zaga, especialmente en el caso de los más jóvenes.

Con Internet como segundo medio más utilizado en España (casi dos horas al día) puede deducirse fácilmente que en este tiempo uno de los servicios más utilizados son las redes sociales, es decir, allí donde la burbuja debería tener más impacto. Sin embargo, no es la única fuente de información, como vemos. ¿Se ha armado un revuelo excesivo en torno a los filtros burbuja? No está tan claro. No hay que olvidar que la cuota de mercado de Google en España es superior al 90 %, de lo que puede deducirse que al menos la mitad de los usuarios acceden a la actualidad informativa a través del buscador. Esto implicaría una influencia remarcable de la burbuja de Google en la información que recibe, sin contar que los periodistas también están presentes en las redes sociales y también utilizan Google para documentarse, de modo que también influiría en los medios fuera del ámbito de la Red.

Con todo, también se dan posiciones encontradas con respecto a la burbuja de Google. Eli Pariser muestra efectivamente de forma clara cómo influye la personalización en los resultados de búsqueda del famoso buscador, pero estas observaciones tienen lugar en 2011 y, como bien sabemos, Google ha estado modificando regularmente su máquina de búsqueda.

Tampoco puede obviarse que antes de Internet también se daban burbujas de filtro. Mucho antes del desarrollo de la WWW, las personas ya se agrupaban en asociaciones, peñas y tertulias y, en efecto, Internet ha promovido un aumento de la divergencia de opiniones contribuyendo con ello a la pluralidad. A pesar de todo, si quiere disfrutarse en el futuro de un Internet libre en el que puedan encontrarse personas diferentes con posiciones y visiones diversas al mismo nivel no pueden subestimarse los peligros del efecto del filtro burbuja.

La résistance: cómo liberarse del filtro burbuja

Para escapar de la burbuja puede optarse por varias opciones, si bien el primer movimiento pasaría por cuestionarse la misma forma de navegar. A pesar de la burbuja de Facebook y la supuesta personalización de Google es posible confrontarse con posiciones contrarias si se quiere, pues hay formas de influir en los algoritmos de las redes sociales y de “entrenarlos”: si en Facebook no solo indicas que te gusta un partido político, sino varios diferentes, amplías el abanico de información política que recibirás en el futuro. Así, cualquiera puede generar su propia diversidad.

La red también proporciona alternativas que al menos liberan la búsqueda de los resultados personalizados, puesto que cada usuario es libre de utilizar un buscador u otro. El buscador alemán Unbubble se presenta como una alternativa que no recolecta o evalúa ningún tipo de información sobre los hábitos de navegación del usuario, de tal modo que la búsqueda no se personaliza y, por tanto, no puede crearse ninguna burbuja.

Entretanto, la mayoría de navegadores ya disponen de extensiones que esquivan el seguimiento en la red y lo que es bueno para proteger los datos también lo es para esquivar las burbujas de filtro, porque si las empresas no pueden almacenar datos personales tampoco pueden personalizar su contenido. De cara a proporcionar datos en las redes sociales no está de más mantener cierto escepticismo y, si no es posible prescindir de ellas, cabe restringir el tipo de información que entregamos.

Si partimos de la suposición de que el efecto del filtro burbuja también se extiende a los medios tradicionales, hoy tiene más sentido que nunca acudir a varias fuentes diferentes para informarse. En el medio online se puede recurrir a agregadores de noticias neutrales como Newstral o Rivva, que permiten, a pesar de la amenaza del filtro burbuja, encontrarse con otros puntos de vista y mirar más allá de los propios horizontes.