Las redes neuronales pueden usarse, por ejemplo, para reconocer imágenes. Un ordenador por sí solo no es capaz de reconocer, como lo haría una persona de un vistazo, si en una foto aparece una casa, un perro o una planta, sino que para ello debe buscar características concretas. Para saber qué características le darán la respuesta, el ordenador puede, o bien recurrir al algoritmo implementado, o bien realizar él mismo un análisis de datos para averiguarlo.
En cada una de las capas de la red, el sistema analiza las señales de entrada, es decir, las imágenes, en busca de criterios como el color, las esquinas o los contornos. Con cada análisis, el ordenador aprende a evaluar mejor el contenido de la imagen.
En un primer momento, los resultados son bastante defectuosos. Luego, con la ayuda del feedback de entrenadores humanos, la red mejora su algoritmo: es lo que se denomina aprendizaje automático. También existe el llamado aprendizaje profundo o deep learning, en el que no intervienen personas, sino que el sistema aprende de su propia experiencia y mejora en mayor medida cuanto más material gráfico se le presente.
El resultado final de este proceso debería ser, en el mejor de los casos, un algoritmo sin fallos, capaz de identificar el contenido de las imágenes según el entrenamiento que haya recibido; según sean imágenes a color o en blanco y negro, o según la posición del objeto en la imagen, por ejemplo.