Para el uso privado, Linux puede resultar atractivo si se busca una solución libre, de múltiples proveedores. Por lo general, siempre es necesario pagar por las nuevas extensiones de Windows, mientras que las distribuciones de Linux son desarrolladas y complementadas por los usuarios, por ejemplo mediante actualizaciones de seguridad. En caso de que este no sea el caso del sistema elegido, el usuario siempre puede cambiarse fácilmente a cualquier variante. Sin embargo, sí es cierto que para muchos usuarios privados resulta complicado familiarizarse con los sistemas Linux. Incluso para aquellos usuarios Windows experimentados puede resultar difícil el cambio de entorno, especialmente por tratarse de aplicaciones desconocidas, por lo que es recomendable contar con un periodo de adaptación y estar abierto al cambio.
Por otra parte, el uso de Linux como sistema operativo para servidores está mucho más establecido. Además de las ventajas mencionadas anteriormente (flexibilidad, seguridad e independencia del fabricante) cabe resaltar los pocos requerimientos en cuanto a hardware, lo que se hace evidente en materia de licencias comparado con Microsoft, además de facilitar en gran medida el uso de la nube. Sin embargo, en el momento de decidirse por uno de los Clients es importante tener en cuenta que: aunque Linux es una solución excelente para aplicaciones basadas en la Web, tales como sistemas de comercio electrónico o CRM, Windows es líder en cuanto a servicios basados en cliente tales como Office. El hecho de que los costes de la mayoría de las distribuciones Linux sean muy bajos, o nulos, no quiere decir que sean necesariamente las más rentables: mientras que es posible conseguir el software de forma gratuita, los costos en asistencia técnica suelen ser mucho más altos.