Trabajar de forma más flexible, creativa y productiva había sido siempre el objetivo, tanto cuando se empezaron a cuestionar los métodos de desarrollo de software a pequeña escala, como cuando se logró establecer una nueva forma de trabajo con el Manifiesto Ágil. A diferencia de otros métodos tradicionales, como por ejemplo el modelo en cascada, que sigue un proceso muy planificado, lineal y burocrático, en este caso el proyecto se pone en marcha con más facilidad. El desarrollo ágil otorga mucha más responsabilidad al equipo de programadores.
Además, prácticamente permite decir adiós a los proyectos de gran envergadura: en lugar de pasar meses o incluso años desarrollando un producto, los equipos ágiles necesitan solo unas pocas semanas para finalizar una fase de trabajo. Como resultado se obtiene un producto terminado, una actualización o una parte del programa que se puede presentar al cliente. Para obtener un buen resultado, el Manifiesto Ágil ha acordado doce principios y cuatro valores.