El iframe es perfecto para incorporar elementos de fuentes externas a nuestra web: en lugar de enviar al usuario a otro sitio, este puede seguir navegando cómodamente por nuestra página. De este modo, aumenta mucho la facilidad de uso. Además, incrustar el iframe puede tener una ventaja técnica, porque su contenido se carga independientemente del resto de la web. De esta manera, aunque aún no se hayan cargado todos los elementos de la página, el usuario ya tiene el contenido del iframe a su disposición.
Sin embargo, el iframe va perdiendo cada vez más adeptos debido a ciertos inconvenientes. De hecho, los motores de búsqueda no tratan los elementos incrustados de manera adecuada, lo que puede afectar la optimización para los motores de búsqueda y, por lo tanto, también el posicionamiento de la página. Aún más graves son los riesgos de seguridad relacionados con el iframe: incrustar contenido externo puede perjudicar el sistema o, incluso, al propio usuario. Por ejemplo, el contenido del iframe puede guardar un plugin malicioso o esconder una amenaza de phishing sin que el propietario del sitio sea consciente de ello.
Además, en los últimos años, el uso del iframe se ha cuestionado una y otra vez debido a las leyes de protección de datos. A menudo, los iframes que se insertan en las redes sociales acceden a algunos datos del usuario, aunque este no pulse los botones de “Me gusta” o “Compartir” o, incluso, ni siquiera haya iniciado sesión en la plataforma.