Junto con la velocidad de transmisión de datos, la frecuencia de reloj es uno de los valores que más influye en la rapidez con la que la CPU realiza el procesamiento computacional de datos. La frecuencia de reloj suele estar definida por el fabricante e indicarse en la descripción de la unidad de procesamiento. Este valor, sin embargo, no suele equivaler a la capacidad de rendimiento máxima de la CPU, sino que se trata más bien de la capacidad que baste para realizar las tareas del usuario típico sin dejar de ser energéticamente eficiente, para alargar así la vida útil de la CPU.
¿Qué hacer entonces, si la frecuencia de reloj de tu CPU no es suficiente para las tareas que sueles realizar? Esto podría suceder, por ejemplo, si usas programas de alto rendimiento y datos brutos para editar fotos y vídeos, o si eres todo un gamer. La primera opción en estos casos no tiene por qué ser cambiar directamente la CPU, sino que se puede aumentar la frecuencia de reloj manualmente para mejorar la capacidad de procesamiento, es decir, hacer un overclocking a la CPU.
El overclocking, o aumento manual de la frecuencia de fábrica, no es una posibilidad exclusiva de la CPU, sino que se puede realizar con cualquier componente del ordenador que trabaje con señales periódicas, como la tarjeta gráfica o la memoria interna. Aumentando la frecuencia de reloj de todos los componentes de hardware a un mismo nivel se puede aumentar significativamente el rendimiento del ordenador.