El hecho de que las tareas realizadas al mismo tiempo solo puedan completarse a medias habla en contra del mito del multitasking. No obstante, tampoco es recomendable lo contrario: el perfeccionismo. Si revisas constantemente tu trabajo y pones excesivo énfasis en detalles insignificantes, perderás los nervios y un tiempo muy valioso. También puede aplicarse aquí el principio de Pareto: si el 20 por ciento de los esfuerzos ya representa el 80 por ciento de los resultados, entonces el 80 por ciento restante del esfuerzo de trabajo sólo es responsable del 20 por ciento de los resultados.
Para ilustrar esta idea podemos poner el ejemplo de la gama de precios en la compra de un coche. Por unos miles de euros puede obtenerse un vehículo funcional con un interior práctico. No obstante, si el comprador desea rascarse más el bolsillo, estará pagando por un equipamiento con accesorios opcionales más o menos útiles y por el nombre de la marca.
Para organizar tu carga de trabajo de forma eficiente, deberías concentrarte en cumplir con tanto trabajo como puedas tan solo “correctamente”. Con frecuencia, hacer esto conduce a mejores resultados que concentrar todas las energías en una sola tarea, dejando todas las demás descuidadas. Deberás aceptar el hecho de que puede que cometas errores. Tienes que estar abierto a las críticas y aprender de ellas, en lugar de perder el tiempo tratando de obtener un resultado perfecto desde el principio.
Filtrar tu lista de tareas en “urgentes” e “importantes” ya es un paso correcto hacia una buena priorización del trabajo. Después de todo, tienes que darte cuenta, para bien o para mal, de que al final del día o de la semana seguirá habiendo puntos de tu plan que no estén controlados.