Uno de los principales ejemplos de una economía de escala positiva lo encontramos en la introducción de la línea de montaje implementada en las fábricas de Henry Ford. Esta innovación técnica, que supuso una inversión en el input, sirvió para acelerar en gran medida la producción y aumentar el output a la vez que se reducían los costes. En lo que respecta a este ejemplo concreto, el efecto de escala, que al principio fue exclusivamente interno, fue desarrollándose y se convirtió en un efecto externo. Prácticamente todos los sectores se han beneficiado de esa innovación en algún momento.
Si nos situamos más cerca en la línea temporal, podemos ver como un gran número de empresas han desarrollado una economía de escala positiva como resultado de la globalización: al reubicar las fábricas de producción en el extranjero, los costes han podido verse reducidos en un gran número de casos. Esto también es aplicable a la compra de materias primas, que normalmente son más baratas en otros mercados globales.
Los ejemplos que hemos comentado supusieron grandes cambios económicos. Pero, a pequeña escala, también es posible introducir modificaciones que conduzcan a una economía de escala positiva: incluso una inversión en material de oficina (como nuevos sistemas de TI) puede llevarnos a aumentar nuestra productividad y, por lo tanto, nuestro output. Estos cambios nos aportan una ventaja competitiva que puede traducirse en más crecimiento. Como resultado, es posible expandir las operaciones, lo que nos da lugar a introducir una economía de escala aún más eficiente.
Por favor, ten en cuenta el aviso legal relativo a este artículo.